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Del Sentir al Ser: Atravesar la sensación sin quedar atrapado en la emoción.

Explorá cómo distinguir entre sensación, percepción y emoción para recuperar tu poder de elección. Un curso transformador que integra neurociencia, psicología y conciencia para dejar de reaccionar en automático y vivir con mayor claridad emocional.



Si este contenido te resonó, te invitamos a profundizar en el curso completo, donde desarrollamos herramientas prácticas y reflexiones esenciales para vivir con mayor claridad y libertad emocional. Atravesar lo que sentís con conciencia es posible.


persona senada en un escritorio dando un curso

Del estímulo a la emoción – Comprender la secuencia interior.

Una sensación es el tono básico en donde uno se contacta con el entorno. La sensación es muy simple de distinguir y tenemos solamente tres que son: agradable, desagradable o neutro. No es una emoción: es puro contacto sensorial, es lo que en pocas palabras se diría sentir.


Desde la neurociencia, un estímulo impacta en una terminal sensorial (sea táctil, visual, auditiva), y el cuerpo lo registra como una señal bioeléctrica. Nuestra corteza somatosensorial juzga y el sistema límbico atribuye un valor: esto es placentero, esto es peligroso. En esa instancia aparece lo que se llama la emoción.

No nos es tan fácil distinguir emoción de sensación, y esto nos lleva muchas veces a malinterpretaciones. Si uno tuviera que dar un ejemplo: la sensación es la chispa, la emoción es el fuego. Entonces: estímulo → sensación → interpretación → emoción → pensamiento → acción. El primer contacto que tenemos con la realidad es la sensación; no es la emoción.

Por lo tanto, hablar de sensación es hablar de corporalidad, porque los sentidos generan impulsos eléctricos. En ese transcurrir aparece lo agradable, desagradable o neutro. Puedo sentir un pinchazo: eso es sensación. Si automáticamente lo interpreto como “esto está mal”, aparece la emoción, el juicio, el drama.

Es tan automático ese proceso de interpretación, que no terminamos de sentir la sensación pura. Por eso es tan importante ver su naturaleza: la sensación es neutra en sí, mientras que la emoción es interpretativa, mental y reactiva. La sensación es breve, impermanente. La emoción se sostiene con el pensamiento.



El puente entre sensación y emoción.

Por ejemplo, tengo la sensación de frío en la piel. La emoción podría ser: “Este frío me bajonea, me deprime”. La sensación puede llevarnos a una emoción, que luego genera una reacción automática. Y ahí empieza a grabarse un patrón mental aflictivo. Parece que todo funcionara en automático. Y sí. Pero existe algo fundamental: la conciencia.

La conciencia tiene un rol crucial: desactivar acciones automáticas. Es lo que podríamos llamar el observador interno. En un circuito habitual, todo se da así: estímulo → sensación → percepción condicionada → emoción → pensamiento → acción → reacción. Resultado: quedo atrapado. Nunca elegí. Repetí.

Lo que puede interrumpir ese circuito es la conciencia. ¿Dónde aparece? Entre la sensación y la percepción, o entre percepción y emoción. La sensación es como un relámpago. Si no lo ves, el trueno emocional estalla. Y ahí está la clave: sentir no es lo mismo que reaccionar. Reaccionamos porque no sabemos sentir.

Cuando puedo quedarme en la emoción sin juicio, la emoción pierde dominio. Lo que media entre sensación y emoción es la percepción. La percepción es una interpretación mental que transforma una experiencia simple en una situación emocional compleja.

La percepción categoriza, compara, nombra. Y crea patrones. Un ejemplo: alguien entra a un hospital y percibe el “olor a hospital”. Eso no es una sensación, es una percepción aprendida. Puede surgir angustia, porque ese olor activa una memoria emocional dolorosa.

La percepción está condicionada por creencias, juicios previos, estado emocional, experiencias vividas y también por el estado del cuerpo (hambre, sueño, tensión, etc). Se graba en la amígdala cerebral, el hipocampo, y es reforzada por el sistema nervioso.



Activar la conciencia – El rol del observador interno

Podés sensar algo agradable, como el llanto de un bebé. Pero si estás agotado, quizás te genere una emoción descontrolada. Ese cambio depende de tu estado. La emoción no surge del estímulo, ni de la sensación, sino de la historia que tenés en tu mente: la percepción.

La percepción crea una realidad emocional que se vuelve una verdad subjetiva. La emoción, entonces, es una interpretación con carga aflictiva. Y toda percepción está teñida por la memoria: no vemos las cosas como son, las vemos como las recordamos.

Cuando no percibo bien, sufro. Por eso, trabajar con la percepción es clave. Y lo que lo hace posible es la conciencia. Esa instancia lúcida entre sensación y emoción.

¿Cómo trabajar la percepción?

  1. Darse cuenta de cómo interpreto lo que siento.

  2. Observar cuántas veces repito esa interpretación.

  3. Preguntarse: ¿Qué siento si no interpreto? ¿Qué pasa si no nombro lo que siento?

Nosotros no reaccionamos a lo que sentimos, sino a lo que interpretamos. Cambiando la mirada, cambia la emoción. Esa es la gran llave.



De la automatización a la libertad – El camino transformador

La mayoría de las veces, reaccionamos de forma automática. Vivimos con patrones mentales que no cuestionamos. Creencias automáticas generan memorias emocionales implícitas. El cerebro arma redes neuronales que refuerzan esa conducta. Anticipa, reacciona antes de que ocurra algo. Sensación → percepción → emoción → programa mental → reacción. Y la repetición fija el patrón.

Eso se llama rigidez emocional. Perdemos inteligencia emocional, flexibilidad, capacidad de elección. Porque no somos conscientes: creemos que “somos” nuestras emociones. Pero no lo somos. Las emociones no trabajadas se convierten en costumbres, y la costumbre sin conciencia genera una identidad falsa.

La salida es la conciencia. Pero no para controlar, sino para observar. Ser consciente es ver con claridad, sin identificarse. Es no fundirse con lo que aparece. No es no sentir. Es sentir sin quedar atrapado.

Desde la neurobiología, la conciencia activa el neocórtex (regula impulsos), y desactiva el piloto automático del sistema límbico. Observar con presencia es activar áreas superiores del cerebro. Y entre la reacción y la elección, aparece la conciencia. Ese pequeño espacio, esa pausa.

Ser consciente no cambia lo que sentís, cambia desde dónde lo ves. Y eso lo transforma todo. Aceptar una emoción no es dejarse arrastrar. Es verla con dignidad. La libertad comienza cuando dejamos de identificarnos con la emoción.



Preguntas para integrar:

  • ¿Qué emoción solía tomarte sin que lo supieras?

  • ¿Qué descubriste hoy sobre cómo sentís?

  • ¿Qué cambia cuando no te identificás con la emoción?

  • ¿Podrías reconocer ese pequeño instante de conciencia antes de reaccionar?

“Cuando el observador se despierta, el ciclo se detiene. Y cuando el ciclo se detiene, la libertad comienza.”

Desde el sentir al ser hay un puente invisible, anterior a toda acción emocional. Ese puente se llama conciencia.

La conciencia no evitará lo que sentís, pero te permitirá caminar sobre eso que sentís, con más presencia y sin sufrimiento.


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