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Atención Plena y Neurociencia: La ciencia de estar presentes

Vivimos en una época donde estar presentes es un desafío. Entre las notificaciones constantes, la velocidad de la vida cotidiana y el peso del pasado o la ansiedad por el futuro, la mente rara vez habita el momento presente. El curso Atención Plena y Neurociencia surgió como una respuesta urgente a esta realidad. En él, profundizamos en cómo cultivar la atención con intención, conciencia y sin juicio, y descubrimos por qué este simple acto puede transformar por completo nuestra relación con el entorno, con los demás y con nosotros mismos.

 Si este contenido te resonó, te invitamos a profundizar en el curso completo, donde podes acceder a las clases grabadas, guías prácticas y meditaciones guiadas para incorporar la atención plena a tu vida de manera real, cercana y transformadora.


¿Qué es la atención plena?

Aunque el término mindfulness se ha popularizado, su raíz más profunda se encuentra en la palabra "sati" del idioma pali. Esta palabra no tiene una traducción exacta, pero se asocia con el acto de recordar estar presente. Y es que, en un mundo hiperconectado y acelerado, estar en el presente es un esfuerzo consciente. La mente, por naturaleza, tiende a recorrer la historia pasada o a anticipar lo que está por venir.

En 1990, Jon Kabat-Zinn, pionero en la integración de mindfulness en contextos clínicos, definió atención plena como:

"Prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar."

Esta definición sencilla encierra tres pilares esenciales:

  • Intencionalidad: la atención no ocurre por inercia, hay que cultivarla.

  • Presencia: estar en el aquí y ahora, anclados al cuerpo y a la experiencia.

  • Ecuanimidad: observar sin agregar juicios ni etiquetas.

Y quizás la frase que mejor resume el valor de este entrenamiento es:

“A eso que yo estoy atento, habla de mí y de quien voy a ser.”

Los procesos psicológicos de la atención

Desde una mirada psicológica, la atención no es un estado pasivo, sino un proceso activo que implica:

  • Orientación: seleccionar entre todos los estímulos cuál merece nuestra atención.

  • Sostenimiento: mantener el foco durante un tiempo prolongado (por ejemplo, leer sin distraernos).

  • Control inhibitorio: suprimir pensamientos o distracciones irrelevantes.

  • Supervisión: monitorear cambios internos y externos de forma continua.

Estos procesos tienen una base neurobiológica sólida. La atención plena activa áreas específicas del cerebro, como el córtex prefrontal, y disminuye la actividad en regiones asociadas al piloto automático y la reactividad, como la amígdala. Es decir: estar presentes modifica nuestro cerebro y la forma en que respondemos al mundo.



Obstáculos comunes a la atención

Durante el curso exploramos los principales bloqueos que dificultan mantener una atención plena:

  • Dispersión mental: la mente salta de un pensamiento a otro sin pausa.

  • Automatismo: conductas repetitivas sin conciencia.

  • Juicio constante: etiquetar todo como bueno o malo.

  • Impaciencia: la necesidad inmediata de resultados.

Una de las primeras tareas propuestas fue observar qué cosas nos distraen más en el día a día. ¿En qué momentos te descubrís actuando sin pensar? ¿Cuánto tiempo podés mantenerte presente sin que la mente divague? Estas observaciones abren la puerta al verdadero trabajo: el entrenamiento de la atención.



La atención también se entrena

A lo largo del curso, introdujimos prácticas para fortalecer esta capacidad fundamental. Algunas de las más relevantes fueron:


1. Atención focalizada

Consiste en dirigir deliberadamente la atención a un solo objeto, como la respiración, un sonido o una sensación corporal. Se puede aplicar en la vida diaria o en estados meditativos.Cada vez que la mente se distrae y volvemos, no es un fracaso, es una victoria: es justamente ese retorno lo que entrena el músculo de la atención.


2. Atención abierta

Aquí se abre la conciencia a todos los fenómenos presentes, internos o externos: pensamientos, emociones, sonidos, sensaciones. Lo importante es observar sin apego ni rechazo, lo que nos conecta con la impermanencia. Entender que todo cambia, que nada es permanente, nos da flexibilidad mental y reduce el sufrimiento.


3. Atención amable

Tiene que ver con cultivar una actitud de amorosidad hacia uno mismo y hacia los demás. Ser atentos al cuerpo, a las emociones, pero también al trato que nos damos. Esta práctica activa redes cerebrales relacionadas con la empatía y la conexión social, disminuye la autocrítica y fortalece la resiliencia emocional.



Efectos neurobiológicos de la atención plena

Uno de los puntos más impactantes del curso fue explorar cómo las prácticas atencionales modifican estructural y funcionalmente el cerebro:

  • Aumento de materia gris en la ínsula (autoconciencia).

  • Disminución de la actividad en la amígdala (reactividad emocional).

  • Mejoras en la conectividad neuronal (mayor integración emocional y cognitiva).

Estos cambios promueven una mente más clara, flexible y equilibrada. No se trata solo de bienestar momentáneo: la atención plena reconfigura nuestras respuestas más profundas.



Mindfulness en la vida cotidiana

Llevar la atención plena a la vida diaria fue una consigna central del curso. Porque no se trata solo de meditar, sino de vivir de forma más consciente.

Algunos ejemplos prácticos que trabajamos:

  • Comer con atención: sentir los colores, texturas, sabores, aromas. Comer sin apuro, sin estímulos, sin distracciones.

  • Comunicación consciente: escuchar sin interrumpir, percibir el estado emocional del otro, evitar reacciones automáticas.

  • Conducción consciente: estar atentos al entorno, al cuerpo, a los movimientos al conducir. Disminuye los accidentes y mejora el tiempo de respuesta.

Cada una de estas prácticas busca lo mismo: sacar a la mente del piloto automático y devolverle la posibilidad de elegir.



Cómo sostener una práctica atencional

Sabemos que el mayor desafío no es empezar… sino sostener. Por eso también abordamos:

  • Las resistencias comunes: aburrimiento, juicio, impaciencia, expectativas irreales.

  • La importancia de normalizar la práctica: saber que distraerse es parte del proceso.

  • La necesidad de cultivar amabilidad: dejar de castigarnos por no poder “hacerlo bien”.

  • El valor de los anclajes: usar la respiración como centro para volver.

  • La fuerza de los grupos de práctica: rodearnos de otros que también eligen el camino de la atención.



Una práctica que transforma

Una de las frases que más resonó en el grupo fue:

"A eso que yo estoy atento, habla de mí como persona y de quién seré mañana."

La atención es una forma de autoeducación emocional y existencial. Prestar atención a lo que nos pasa, sin huir, sin juzgar, nos vuelve más humanos, más conscientes, más libres.

Al final del curso, cada participante se llevó no solo herramientas prácticas, sino también una nueva forma de mirar la vida. No es magia ni es algo reservado para unos pocos. Es simplemente la decisión de volver al momento presente, una y otra vez. Y descubrir que el poder de estar despiertos siempre estuvo ahí.

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